WingMakers no es ni un camino ni una enseñanza,
es simplemente una forma de vida basada en la igualdad espiritual,
y en este modo de vida se propone no juzgar
sino más bien distinguir cuidadosamente entre las frecuencias más bajas de la separación
y las frecuencias más altas de la unidad --todas y cada una.
"

James Mahu. Extraído de las Obras Completas de los WingMakers Volumen 1





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El Compositor del Tiempo: 
El Surgimiento del Mahdi




En 2021 ocurre un evento a nivel de extinción en la Tierra. Sólo mil millones de personas sobreviven a las terribles repercusiones de lo que se conoce como Sunrot.

El Surgimiento del Mahdi comienza 12 años después, cuando Terran Kahn —nacido el primer día del Sunrot— huye de su tribu nómada en el norte de Irán para satisfacer su voraz sed de conocimiento. Después de una terrible escapada, Terran se presenta a un exámen de acceso a una escuela en Mashhad, Irán. La prueba determina que Terran posee un "intelecto de uno entre un trillón". Terran inmediatamente aparece en el radar del Centro de Investigación de la Facultad (CIF) en Denver, Colorado.

En un mundo post Sunrot, la humanidad está unificada a través de un gobierno mundial llamado La Gran Nación, que coloca a la educación como una prioridad para reiniciar a la humanidad. Por lo tanto, la Facultad es una institución global que se establece para encontrar y nutrir los mejores cerebros remanentes, y Terran Kahn era el mejor de los mejores.

Trevor Stanton, el presidente de La Gran Nación, manifiesta su convicción al dirigente de la Facultad de extraer a Terran Kahn de Mashhad, Irán, donde asistía a la escuela. La iniciativa principal del Presidente Stanton es conocida como el Programa de Reinicio de la Tecnología y, fundamental para su éxito, es encontrar las mentes más brillantes para aplicarlo.

El desconocido, para el Presidente Stanton, Terran Kahn fue criado como el Mahdi. El Mahdi es un líder religioso que fue profetizado para nacer en la víspera de los Últimos Tiempos. El líder de la tribu de Terran envía un equipo a Mashhad para que regrese el niño a su pueblo. Terran es su figura más importante, porque el Mahdi es análogo a la Segunda Venida de Mahoma.

Se produce una gran batalla entre las fuerzas de La Gran Nación que quieren sacar a Terran de Mashhad y utilizar sus dones intelectuales, y aquellas fuerzas tribales que quieren que él permanezca y viva su vida como el Mahdi —el Gran Unificador. Terran está atrapado en medio. Las líneas de batalla se dibujan en la escuela donde está Terran, y los diversos planes para dejar Mashhad a causa de Denver son heroicos, y muchas veces, luchas de vida y muerte...

Prólogo


Terran Kahn era pequeño para su edad, alojado en un cuerpo que parecía no tener prisa por crecer. Poseía el más raro de todos los dones, una mente capaz de diseccionar las formidables fuerzas de la naturaleza. Tan salvajes e indómitas como parecían, él sabía que todavía estaban gobernadas por las mismas leyes que se extendían desde la partícula más pequeña hasta las estructuras más grandes del cosmos, y por ese hecho, esa frecuente modestia, ese hilo de creación y destrucción de esa herida que se abre paso a través de todo, podía visualizar algo que nadie más había visto: cómo componer las fuerzas de la naturaleza, es decir, el tiempo.

Su visión había comenzado cuando tenía sólo tres años. La tierra había sido arrasada por las sequías a raíz de las catastróficas tormentas y, cada fuente, destrozada hasta secarse bajo el despiadado sol. Las poblaciones de la tierra pronto implosionaron, de diez mil millones a apenas novecientos millones en cuestión de doce años. ¡Doce años! Las comunidades fueron diezmadas a través de toda la cadena alimentaria. La palabra extinción estaba en labios de todos.

Surgieron tres clases de personas: la primera clase eran los líderes poderosos que curaban y protegían las tecnologías remanentes después de la crisis de la humanidad; fueron llamados Helios. La segunda clase era conocida como la Facultad, y eran responsables del conocimiento esencial de la humanidad, y de asegurar su perpetuación. La tercera clase era toda la gente que no tenía la suerte de ser miembro de Helios o de la Facultad. Esta clase poco prometedora era conocida como los "tercera clase", pero sólo aquellos dentro de los círculos más elevados de Helios utilizaron este término. Los tercera clase eran, a fines comparativos, desorganizados, y sin embargo consiguieron sobrevivir como una semilla voluntariosa cuya raíz no puede ser atada.

Fue a esta tercera clase a la que Terran perteneció, al menos inicialmente.

Él era, desde cualquier punto de vista, brillante. Un huérfano, como sucedía para la mayoría de su generación. Los orfanatos eran tan abundantes como los Puestos de Quemado: los lugares donde se cremaban los cadáveres. La mayoría de los Puestos de Quemado habían sido clausurados hacia el quinto año, pero los orfanatos continuaron su expansión mientras los niños fueran llevados a sus cuidados. Las familias se habían arruinado durante los doce años de sequía, y fue en los orfanatos donde los líderes de Helios eligieron construir escuelas para que la Facultad pudiera transferir los más destacados conocimientos a la siguiente generación.

Estos orfanatos fueron reestructurados lentamente como escuelas en régimen de internado, y se conocieron como Reservas. Fue en estas Reservas donde Helios buscó los nuevos cimientos para la humanidad para imponerse nuevamente en la tierra y retomar la dirección del planeta.

Había un nombre para la sequía de los doce años, aunque los tercera clase rara vez lo usaban, y en ese caso únicamente como insulto. El nombre era Sunrot. La casi aniquilación de la humanidad vino de la mano de un sol demasiado activo. (Mucho más tarde, se sabría que era una explosión de rayos gamma de una estrella a millones de años luz de distancia que interactuaba con el sol, causando que la energía del sol subiera). Primero había derribado las redes eléctricas y los sistemas satelitales, sumergiendo el mundo en el caos. Ese fue el primer bombardeo contra la humanidad. Las semanas siguientes sólo empeoraron. El abastecimiento alimentario se bloqueó. Los disturbios de masas estallaron en todo el planeta cuando la gente entró en pánico a causa de los recursos básicos. Los gobiernos intervinieron, al principio torpemente, logrando someter los disturbios iniciales, pero no podían producir alimentos y agua en abundancia.

Dos semanas después de la caída de las redes, cuando los disturbios comenzaron su destrucción sin sentido, las primeras tormentas llegaron, y fueron las más fuertes jamás registradas —por un gran margen. Desafortunadamente, fueron seguidas por terremotos. Las tormentas mostraron el poder de la naturaleza de maneras que nadie había visto antes. Vientos huracanados de más de trescientos kilómetros por hora atacaron regiones enteras del globo; Huracanes y tifones cambiaron las costas y derribaron ciudades costeras. La muerte y la destrucción eran totalmente abrumadoras. Aquellos que sobrevivieron vagaban medio aturdidos, inseguros de su próximo alimento, sorbo de agua o refugio. Millones simplemente habían perdido la ganas de vivir. Y las tormentas seguían llegando.

Después de esas dos primeras semanas, los terremotos comenzaron a retumbar por todo el planeta. La mayoría eran en regiones remotas, pero los científicos sabían que las señales no eran buenas. Cuando los primeros terremotos azotaron Japón, toda la Costa del Pacífico cedió y los tsunamis recortaron aún más las costas de casi todos los países. En Japón, la devastación era inimaginable. La entera costa oeste de los Estados Unidos perdió, como promedio, más de sesenta kilómetros de costa —en algunos lugares fueron más de trescientos kilómetros.

Más terremotos afectaron a China, Turquía, sur de Rusia, Egipto, Nueva Escocia, Italia, Kenia y Pakistán. Paralizaron todas las esperanzas de que el evento que había iniciado el caos fuera de corta duración, y el daño de las tormentas pudiera ser controlado. Este fue un incontrolable, inimaginable, evento. En las primeras cuatro semanas después de que las tormentas solares llegaran a la Tierra, la naturaleza había infligido más de tres mil millones de muertes. El choque resultante fue absoluto, constante y paralizante para todos. El entero estado de ánimo del planeta había sido arrojado a un pozo profundo de desesperanza.

Ningún país había sido más devastado que China por los golpes iniciales del Sunrot. Sus ciudadanos estaban completamente abrumados por los recursos limitados —especialmente el agua, pero luego la enfermedad se extendía sin ser vista, e hizo su marcha en medio de una población hambrienta y muy debilitada. Una cepa de la gripe aviar golpeó duramente el continente asiático. Era como un tercer bombardeo —después de las tormentas y los terremotos— a las poblaciones tanto de la China como de la India, y nadie podía detenerlo. El comercio había llegado hasta un paro total en esos tiempos. Nada se importaba o exportaba, y esto era beneficioso para América del Norte y del Sur, porque la gripe aviar nunca llegó a detener a sus ciudadanos.

Una siniestra decadencia de la cadena alimentaria afectaba a la gente en todas las áreas de la tierra. Nadie —flora o fauna— fue excluido. Las tiendas de alimentos se organizaban a nivel local y casi todas las sociedades estaban localizadas. Aquellos que carecían de recursos —ya fuera de alimentos o de agua— morían, bien por inanición, deshidratación o por la aparición de diversas enfermedades que se propagaron rápidamente en medio del colapso de los servicios médicos. El suicidio era rutinario.

Para el segundo año del Sunrot, la mayor parte de la ciudadanía local había llegado a ser autosuficiente en la producción de alimentos, pero sólo aquellos que eran fuertes y emprendedores llegaron tan lejos. Los débiles y debilitados murieron. No había lugar para la pereza. Ni refugio para los enfermos. No había clases sociales en esos primeros días. Incluso los más ricos luchaban por sobrevivir. Todos los sistemas de la ley y el orden, en los dos primeros años del Sunrot, fueron socavados a tal grado que el asesinato por comida era de dominio público. El miedo y el pánico eran las consignas de aquellos días, y nadie quería volver a ese caos.

En el tercer año del Sunrot, surgió una presencia política global llamada Helios. Poco a poco, la ley y el orden regresaron a la mayoría de las comunidades locales coincidiendo con sus capacidades para colocar la producción de alimentos y los recursos hídricos en una situación de equilibrio para sus poblaciones. En los años cuatro y cinco, un grado de normalidad regresó a muchas comunidades a medida que comenzaron a madurar su producción de alimentos. Helios continuó emergiendo como el líder global, ayudando a remodelar a la humanidad en un sistema coherente de comercio y autoabastecimiento local.

Gradualmente asumieron el papel de la ley y el orden, y comenzaron a tener una presencia local en las principales comunidades para ayudar a llevar el rendimiento a la producción de alimentos y los recursos hídricos. Después que estas áreas fueran estabilizadas, el siguiente peligro más grave fueron las comunidades de los huérfanos. Los niños de cualquier edad a menudo eran librados a su suerte. Las familias habían degenerado en comunas poco organizadas y los niños  —especialmente los jóvenes—  eran vistos con frecuencia como parásitos que consumían recursos limitados y no producían nada valioso para la comunidad.

Un control de la natalidad autoimpuesto cayó sobre los residentes humanos del globo. Cuando Helios llegó al poder, la noción de control de la natalidad ya estaba bien establecida en la mayoría de las poblaciones. Pero en el quinto año, Helios comenzó un programa de esterilización forzosa con mujeres de más de veintinueve años y limitó las familias a un niño. La institución del matrimonio era un requisito para tener un hijo, y cualquier niño nacido fuera del matrimonio era inmediatamente tomado y colocado en una de las Reservas. Entonces los padres infractores eran esterilizados.

Hacia el sexto año de Sunrot, las Reservas eran un fenómeno global, y Helios instituyó —a través de su Facultad— un sistema integral para clasificar a los niños en las Reservas a fin de identificar las mentes más brillantes y creativas. Los seleccionados fueron llevados a escuelas especiales.

Uno de los cambios más importantes que ocurrieron durante las etapas intermedias del Sunrot fue la unificación del planeta sobre la base del lenguaje. El Inglés fue elegido como el idioma del reino, y todas las Reservas enseñaban Inglés, y sólo Inglés. Hubo algunas excepciones, pero éstas eran en áreas remotas con poblaciones limitadas que Helios no tenía ningún interés en gobernar. Hablar Inglés era considerado el billete para estar dentro del "toldo" de Helios o lo que se llamaba la Gran Nación.

La Gran Nación era la fusión de todas las naciones, operando en cooperación para sobrevivir al Sunrot. Los científicos de ese tiempo estaban luchando por entender la naturaleza exacta del comienzo de las calamidades y lo más importante, su duración. Todo lo que sabían era que el clima solar intenso había causado la reacción en cadena inicial que desencadenó perturbaciones magnéticas tan severas que los sistemas meteorológicos del planeta cambiaron de la noche a la mañana. En seis meses, la falta de lluvias, junto con un planeta muy sobrecalentado, conspiraron para reducir la productividad de los cultivos en un 84 por ciento.

Una forma de socialismo de estado impregnó a la Gran Nación, y la infraestructura fue creada gradualmente para apoyar a la naciente sociedad global. Las dos agencias más grandes fueron Tecnología y Comunicaciones. La mayoría de los principales centros de población fueron capaces de conectarse a Internet a través de sus centros de gobierno local. El acceso individual a Internet no estaba disponible. El Internet se había hundido por casi cuatro años. Fue una de las primeras prioridades de Helios, y una de las principales razones por las que nadie desafió su autoridad —ellos trajeron de vuelta Internet. Internet era un símbolo de esperanza de que el mundo seguía conectado y eventualmente encontraría su camino para todos los ciudadanos, como lo había sido antes del Sunrot.

Helios efectivamente poseía y operaba Internet, y la Gran Nación estaba conectada en el mismo. Para el año nueve, las Reservas se establecieron en Internet, y el plan de estudios de la Gran Nación se distribuyó en gran medida a través de éste. Las computadoras fueron alimentadas por energía solar, y Helios creó las computadoras. No había empresas privadas produciendo computadoras, sino que sólo eran producidas por Helios y distribuidas a través de sus agencias, que incluían las Reservas.

Las Reservas o internados estatales, proporcionaban sólo una educación básica. Su propósito más alto era identificar a los más brillantes de los brillantes, y llevar a esos estudiantes, cualquiera que fuera su edad, al Instituto de Aprendizaje Avanzado de la Gran Nación (IAAGN). Había seis centros de IAAGN en la tierra en el año nueve, cada uno acogiendo aproximadamente mil estudiantes.

Hacia el décimo año, Helios estaba desplegando su tecnología para reconstruir ciertos sistemas de armas defensivas. Si bien no habían guerras entre los estados miembros de la Gran Nación, Helios enmarcó el programa de desarrollo de armas como una disposición cautelar en la eventualidad de que alguna vez hubiese un agresor que se levantara contra la Gran Nación. Era comúnmente aceptado entre los tercera clase que el "agresor" que se temía fueran los enclaves terroristas que habían sobrevivido en el Medio Oriente, y que permanecían desapegados a la Gran Nación. Estos puestos de avanzada terroristas eran pocos en número, pero tenían una reputación de "Estudiantes de la Vieja Escuela" que nunca se unirían a la comunidad global, y lucharían por permanecer independientes con su propio idioma, costumbres, religión y cultura.

En el año once, se puso en marcha una nueva economía dentro de la Gran Nación. Todas las grandes ciudades del mundo habían caído presas de la entropía y el abandono. Los supervivientes eran insuficientes en número para manejar las exigentes infraestructuras de las grandes ciudades, por lo tanto, la mayoría de ellas habían caído en desuso y podían ser despojadas de cualquier recurso, habían sido tomadas y utilizadas para construir colectivos rurales autosuficientes, que eran más parecidos a granjas comunitarias que a ciudades.

En la mayoría de las regiones, una comunidad podría crecer en virtud de su proximidad a una gran ciudad, el carisma de su liderazgo, y a su complicidad con Helios y la Facultad. Estas comunidades se convirtieron en centros culturales y económicos. Fue en estos núcleos que se establecieron los centros IAAGN.

Estas comunas se conocieron como las Nuevas Ciudades de la Gran Nación y a todas ellas Helios les otorgó el nombre como marca característica de su singular prestigio. La capital de la Gran Nación fue conocida como Olimpia, y se localizaba a cuarenta y ocho kilómetros al oeste de Washington D.C. Fue aquí donde se establecieron las principales agencias de la Gran Nación y Helios hizo su cuartel general.

El líder de Helios era un hombre llamado Trevor Stanton. Había sido senador durante cuatro años antes del período del Sunrot, y era uno de los miembros supervivientes del círculo interno de la élite de Washington que tenía la voluntad, la educación, las conexiones y la pura tenacidad para convertirse en el líder del nuevo mundo. Ostensiblemente su liderazgo no era ni único ni supremo; cada nación miembro tenía un líder que representaba los intereses de su particular nación. Cada una de estas personas compartía el poder en la Gran Nación. Sin embargo, se entendía que Trevor Stanton era la voz de la Gran Nación y su poder era innegable.

Wynton Jennings era el líder de la agencia de Tecnología y Marsha Owen era la líder de la agencia de Comunicaciones. Ambos líderes informaban directamente a Trevor Stanton, por lo que comúnmente se reconocía entre las tres clases que Stanton era el Rey de la Gran Nación. Siendo realistas, Stanton era responsable de "enderezar la nave". El mundo había sido inequívocamente listado durante los primeros años del sunrot, y fue el dinamismo de Stanton el que organizó la formación de Helios y las agencias menores que en última instancia unificaron a las poblaciones globales bajo el techo de la Gran Nación.

Stanton tenía cuarenta y ocho años cuando el Sunrot comenzó. Estaba disfrutando del auge de su carrera como político, y después de sólo cuatro años en el senado, los rumores florecieron él estaba en el camino directo para ser Presidente. Lo que lo había distinguido era su feroz independencia. No estaba afiliado a ninguno de los principales partidos, y era este distanciamiento lo que le valía admiración en los círculos del hombre común.

La pérdida per cápita de vidas durante el primer año del Sunrot fue la más baja de los Estados Unidos, en comparación con cualquier otra nación. Sus sistemas de producción de alimentos, almacenamiento de alimentos, recursos hídricos y control de enfermedades permitieron que Stanton ejerciera su liderazgo a través de líneas partidistas y se elevara en importancia rápida y visiblemente. Había aprovechado la idea para permitir que las comunidades se desarrollaran utilizando los recursos de las ciudades. Había puesto como una prioridad el control de las enfermedades. Esta única decisión demostró ser la más poderosa de todas, y fue probablemente la razón principal por la que se le dio el manto de liderazgo dentro de Helios.

En medio del consiguiente caos que siguió en los primeros días del Sunrot, el liderazgo no era una proposición democrática. Las comunicaciones no funcionaban, no había comercio, ni Internet, todos los hombres, mujeres y niños —al menos los más fuertes— estaban por su cuenta, buscando una cosa: sobrevivir otro día. No hubo debates, ni elecciones, ni sistema de partidos.

Para la mayoría, era el destino, pero para el propio Stanton, saboreaba la idea de restablecer la economía, el intercambio comercial, la cultura, la religión, la ciencia, cada partícula no tan brillante que constituía la especie humana. Le gustaba todo el concepto de un renacimiento para la humanidad, y el hecho de que estuviera en el centro de todo, sólo hizo que su regocijo fuera aún más absorbente.

Nunca antes la ciudadanía del mundo entero se había unificado contra un enemigo común, y en este caso, ese enemigo era un horno de plasma hiperactivo a unos 150 millones de kilómetros de distancia.

En el año doce y último del Sunrot, Helios fue una organización fuerte y vibrante que gobernó la Gran Nación con creciente capacidad. Las ciudades comunales comenzaban a estabilizarse. Abundaban nuevas esperanzas de que un cambio importante estaba en marcha. Los patrones meteorológicos parecían estabilizarse. La producción de alimentos estaba creciendo rápidamente. Se estaba construyendo la infraestructura para satisfacer el bienestar de las personas, y había una creciente sensación de estabilidad en casi todas las regiones.

La presencia decadente de las ciudades fue el recordatorio más vívido de que algo estaba masivamente equivocado. Atrás quedó la experiencia de dirigir ciudades, aeropuertos, sistemas de tráfico, abastecimientos de agua —todos los cientos de sistemas que se entremezclaban. La población de los Estados Unidos era una décima parte de su antiguo ser, y estaba mejor que cualquier otra nación. La simple pérdida del conocimiento humano obligó a la humanidad a retirarse a una vida más simple.



Capítulo 1
La Facultad

La enfermedad más grande hoy en día no es la lepra, o el cáncer o la tuberculosis, sino más bien la sensación de sentirse no querido, no cuidado, abandonado por todos. El mayor mal es la falta de amor y caridad, la indiferencia terrible hacia el prójimo que vive en la carretera, víctima de la explotación, la corrupción, la pobreza y la enfermedad.
- Madre Teresa

Las palabras de la Madre Teresa estaban grabadas sobre la puerta principal de cada Reserva. Eran las palabras que Trevor Stanton y Marsha Owen habían acordado bendecirían a todas las escuelas. Era el lema de la nueva generación. Sin embargo, estas palabras fueron apartadas para las Reservas, los seis Centros IAAGN tenían un mensaje diferente, aunque no estaba escrito. Era el mensaje de que si fueran tan afortunados de terminar en un centro IAAGN, entonces estaban a la vanguardia de la nueva humanidad. Eran sus líderes, sus científicos, sus políticos, sus tecnólogos, sus maestros... su esperanza.

De una sociedad global de novecientos millones, unos seis mil de los estudiantes más brillantes fueron seleccionados para asistir a los Centros IAAGN. La forma exacta en la que eran identificados los estudiantes era un misterio para todos, excepto para los que se encontraban dentro de los más altos niveles de la Facultad, la organización responsable de asegurar que la especie humana pasaría de su hora más oscura a recuperar su importancia como niño prodigio tecnológico del planeta. Fue el papel de la Facultad de abastecer a Helios con los más brillantes de los brillantes, por lo que sus agencias de Tecnología y Comunicaciones estaban bien abastecidas con CI prodigiosos.

El plan de estudios de las Reservas se centró en tres cosas: habilidades básicas, aprendizaje de una habilidad especial y preparación para una habilidad comercial. En el momento en que los estudiantes se graduaran, estarían bien versados en las destrezas básicas de lectura, escritura, humanidades y aritmética, poseerían un "don" por una habilidad especial, como cazar, tejer el hilo, la carpintería o el liderazgo local; y estarían listos para una práctica profesional en su oficio elegido.

En el caso de los Centros IAAGN, el plan de estudios tenía un fuerte énfasis en la tecnología y en las ciencias —específicamente, la programación de software, la ingeniería, la química, la medicina, la física y todas las otras actividades del cerebro derecho que hacen que el mundo sea mejor y un lugar más seguro. Al menos, eso es lo que se les enseñaba a los estudiantes.

Muchas de las tecnologías pre-Sunrot estaban lo suficientemente enteras para permitir la ingeniería inversa, pero el simple hecho era que aún quedaban pocos expertos para saber cómo arreglar las tecnologías rotas o construir nuevas que fueran mejores. Helios era muy consciente de este problema, y su agencia de Tecnología estaba trabajando para identificar y recoger las tecnologías supervivientes más críticas y trabajar con la Facultad de los Centros IAAGN para repararlas o reprogramarlas. Fueron los instructores de élite de la Facultad de los Centros IAAGN a quienes Trevor Stanton mantuvo en la más alta consideración, porque ellos eran los que esculpirían la nueva generación de genios para reparar —tal vez incluso mejorar— las tecnologías pre-Sunrot.

La Facultad estaba dividida en aquellos que atendían las necesidades de la Reserva, y aquellos que enseñaban y administraban los Centros IAAGN. El líder de la Facultad era un joven profesor de Yale. El profesor había sido el jefe del departamento de Inglés de Yale y, debido a que Stanton quería que el inglés fuera el idioma elegido por la Gran Nación, ofreció el cargo al joven y ambicioso Josh Sinclair.

Josh era un líder tenaz dentro de la Facultad. En muchos sentidos, la Facultad fue la posición más difícil debido a su estatuto de facilitar un programa uniforme de educación global que fuera práctico  —en el caso de las Reservas; y magistralmente desafiante —en el caso de los Centros IAAGN. El objetivo de hacer del Inglés el idioma global había sido difícil de vender, pero luego Helios trajo de vuelta la Internet, y Trevor Stanton había demostrado que su liderazgo era superior a cualquiera de sus contemporáneos.

Josh Sinclair sólo tenía treinta y dos años, pero había sido ampliamente reconocido como el jefe de departamento más competente de Yale y ciertamente su líder más carismático. Era tan audaz como brillante, y nunca nada parecía interponerse entre él y una oportunidad para aumentar su influencia personal.



Capitulo 2
Escuela



Mashhad era la segunda ciudad más grande en Irán con una comunidad de casi tres millones de ciudadanos antes del Sunrot, y solamente cerca de seiscientos mil en el duodécimo año. Le había ido mejor que a Teherán —mucho mejor. Mashhad siempre había sido conocida por ser una ciudad protegida, y cuando Sunrot llegó, fiel a su mística reputación, se libró de la mayor parte de los temporales, las inundaciones, y los terremotos que asediaron otras ciudades en el Oriente Medio.

Era la única ciudad importante en la región que no había perdido toda su infraestructura, y su población, aunque reducida en un setenta por ciento, tenía una de las tasas de supervivencia más altas del planeta. Fue una de las razones por las que se estableció allí una Reserva en el undécimo año.

Irán, al igual que muchas de las naciones de Oriente Medio, había sido reacia a unirse a la Gran Nación. Su nuevo líder, Aban Molavi, fue educado en Cambridge y Harvard, y tuvo relaciones previas con ambas, Washington DC y Londres, como agregado al Embajador Iraní en los Estados Unidos. Trevor Stanton trabajó diligentemente para llevar a Irán a las Grandes Naciones. Si bien la decisión acabó siendo exitosa, había muchas tribus que la condenaron y decidieron vivir desalineados como "Estudiantes de la Vieja Escuela" —su alias cortesía de Helios.

Era una tarde fría en Mashhad, a mediados de octubre del año doce, cuando un muchacho, vestido como una momia, con trozos de lino envueltos en torno a su delgado cuerpo, se derrumbó en una calle en medio de una multitud de gente. La calle bordeaba la plaza del mercado en Mashhad, y la gente ignoraba al joven, que estaba boca abajo en medio de la suciedad callejera. Estaba despeinado, sucio, lleno de polvo y sobre todo inconsciente. Unos años antes, él habría sido dejado por muerto, pero ese día, una joven mujer se arrodilló y le dio un golpecito en las costillas.

"¿Estás vivo?"preguntó ella.

El muchacho sólo pudo emitir un débil gemido.

La mujer giró al chico sobre su espalda y sostuvo su cabeza en su mano izquierda. "Aquí, bebe un poco de agua."

Detrás de la mujer había una niña, quizás de cinco o seis años, que observaba la escena con gran interés. "¿Quién es, mamá?"

"No lo sé. De su mirada yo diría que está perdido... quizás de uno de los clanes Pashtun. Es difícil decirlo con certeza."

"¿Va a morir?"

La mujer vertió un poco de agua en la boca del niño, la mayor parte de ella se derramó por su barbilla. Se sirvió un poco de agua en la mano y luego se la salpicó en la cara, golpeando suavemente su mejilla. "Despierta, muchacho. Bebe un poco de agua."

Sus ojos brillaron por un breve instante, parpadeando incontrolablemente bajo la brillante luz del sol. "Soy Terran Ahmad Khan. ¿Dónde está tu escuela? "Cuando sus roncas palabras se vaciaron en el abierto mercado, éstas fueron rápidamente  absorbidas por el estruendo del regateo en el mercado cercano, y el chico perdió el conocimiento.

Aparte de su nombre, la única palabra que la mujer entendió fue escuela, ya que el muchacho tenía un dialecto extraño. Miró a su alrededor buscando ayuda, pero viendo que nadie compartía su interés por el muchacho, ella puso sus brazos debajo de él y se puso de pie, llevando el cuerpo flácido, con su joven hija a remolque.




Capítulo 3
Escuchando


Parto colocó a Terran cuidadosamente sobre una tabla de hormigón delante de la entrada de la Reserva. Miró a su alrededor, preocupada por haber hecho algo ilegal o inapropiado al tomar al niño. Las calles estaban relativamente tranquilas y nadie se fijaba en ella, así que le dijo a su hija que esperara junto a Terran mientras ella iba a buscar a alguien.

Mientras abría la puerta, echó una mirada a algunos escritos sobre esta, y los maldijo en silencio, ¡Inglés! Caminó por un pasillo y advirtió una oficina a su derecha, con la puerta abierta. Un hombre pequeño y de aspecto bondadoso alzó la vista. Ella le hizo un gesto. Estaba ligeramente encorvado y parecía rondar los sesenta y cinco años.

"Te ves perdida ..." le señaló. "Soy el responsable de la oficina. ¿Puedo ayudarte en algo?"

Parto sonrió torpemente, sintiendo que se ruborizaba. "Encontré a uno de sus estudiantes... o... creo que es uno de sus estudiantes".

"¿Has encontrado a uno de nuestros estudiantes?" Repitió el gerente; su rostro repentinamente perplejo. "No sabía que faltase alguno."

"¿Tiene un estudiante... un tal Terran Ahmad Khan?"

El gerente miró su monitor, hizo clic en unos botones y pronunció las palabras: Terran Ahmad Khan. "¿Cómo se escribe su primer nombre?"

"Yo... yo no lo sé. Acabo de conocerlo. Está muy débil... tal vez incluso moribundo."

"Extraño nombre de pila... ¿dónde está este muchacho?"

"Está acostado sobre una tabla, afuera" dijo Parto. "Lo cargué desde la plaza del mercado. Se había derrumbado en medio de la calle. Dijo algo sobre una escuela... Pensé que tal vez estudiaba aquí."

"No hay nadie con ese nombre en nuestra escuela" anunció el hombre, poniéndose de pie. "Y si bien hay muchos Khans, no hay ninguna persona con ese nombre de pila..."

"¿Qué debo hacer con él?" preguntó Parto.

"Echémosle un vistazo."

Los dos salieron en silencio hacia la entrada, el sonido de sus zapatos resonando contra los fríos muros de piedra del pasillo.

Cuando llegaron a la entrada exterior, encontraron a la hija de Parto que, como un centinela, estaba junto al cuerpo inerte de Terran. "Dijo algo cuando te fuiste", dijo suavemente, estudiando el rostro del Gerente.

"¿Qué dijo?" preguntó Parto.

"No lo sé... no pude entenderlo."

El gerente lo examinó por un momento, comprobó su pulso y apoyó su oreja en el pecho del muchacho. "El corazón está latiendo perfectamente." Sacó un pedazo de papel y un bolígrafo y escribió algo en él, y se lo entregó a Parto. "Esa es la dirección de nuestro médico. Encuéntralo y dile que venga inmediatamente. Voy a ocuparme de las necesidades de este muchacho mientras tanto. Se agachó para levantar a Terran, se detuvo un instante y miró a Parto. "¿Conoces el camino?"

Parto bajó la mirada hacia la nota, con el rostro confundido, luego asintió lentamente. "Es la vieja tienda"

"Sí, sí, ese es el lugar. Ve, y por favor, sé tan rápida como puedas".

"Él me preguntará su nombre... el doctor, él no me conoce."

"Simplemente dile que Hamid de la Reserva necesita su ayuda  —podría ser una emergencia, así que convéncelo de que se apresure. ¿Está bien?"

Parto miró calle abajo en dirección a la oficina del médico. "¿No sería más rápido si le lleváramos al chico? Está a sólo a tres bloques de distancia. El niño es ligero".

Hamid suspiró, frunciendo el ceño. "Soy viejo, no puedo caminar rápidamente... mi espalda es débil, puedo llevarlo a mi oficina, pero más que eso, yo..."

"Yo puedo llevarlo" propuso Parto. "Ya lo llevé desde la plaza del mercado —una distancia más larga."

"No puedo dejarte llevar a este chico. Es una deshonra." Momentos después, Hamid chasqueó los dedos. "Espera un momento, vuelvo enseguida".

Unos minutos más tarde, dos adolescentes salieron corriendo por la entrada y se detuvieron frente a Parto. "¿Este es el chico?" preguntó el mayor de los dos, señalándolo.

Parto asintió, vacilante.

"Se supone que tenemos que llevarlo al doctor."

Parto extendió los brazos como si quisiera decir: "Entonces, desde ya, háganlo."

Los dos muchachos agarraron a Terran —uno por debajo de sus hombros y el otro por sus tobillos, y comenzaron a trotar torpemente en dirección al consultorio del doctor. Ya estaban a casi treinta metros del edificio cuando Hamid salió de la escuela jadeante.

Parto se vio en medio de los chicos y Hamid. ¿Debo irme con ellos?

"Pareces ser su ángel de la guarda... ve." Hamid sonrió.

Parto agarró la mano de su hija y se alejaron, siguiendo a los muchachos que ya estaban dando la vuelta a la esquina.

"Díle al doctor Najafi que le mando saludos", medio gritó Hamid.

Parto miró hacia atrás y asintió, pero mantuvo su enfoque en la calle. Las calles podían ser peligrosas para caminar debido a los escombros, las grietas, incluso al cúmulo ocasional de hierbas aparentemente imperecederas.

Antes de que llegaran al consultorio del doctor, los porteadores de Terran ya corrían de regreso a la escuela, y cuando pasaron la saludaron cortésmente. "Está con el doctor" dijo el muchacho más grande, disminuyendo la velocidad únicamente por un momento.

Parto se las arregló para asentir débilmente y siguió caminando a paso rápido. ¿Por qué me estoy involucrando? ¿Qué puedo hacer de todos modos?

Entró en el consultorio del médico y buscó en torno cualquier signo de vida. Estaba desierto.

No había ninguna indicación en la puerta que dijera "Consultorio Médico" o cualquier indicación de que un médico estuviera adentro, pero la dirección que Hamid había apuntado era exactamente donde ella estaba. Ésta había sido una antigua tienda antes del Sunrot —principalmente para helados y caramelos— Parto estaba segura, pero ahora era un cuarto destartalado con estanterías vacías y poco más.

"¿Hola?" Dijo Parto, su voz un poco temblorosa. Dentro hacía frío. Había una gran ventana, pero sin luces, sólo las velas apagadas remarcaban los estantes y una pantalla de vidrio vacía. Ella creyó oír una voz ahogada. "Espera aquí, Dorri" susurró ella. "Volveré enseguida".

Una puerta al fondo de la habitación estaba cerrada, pero Parto percibió actividad detrás de ella y golpeó suavemente la puerta, abriéndola con cautela.

Mientras asomaba la cabeza en la habitación contigua, vio la espalda de un corpulento hombre, inclinado sobre una mesa. Desoladas estanterías flanqueaban la parte superior de la habitación rectangular, donde una docena de velas destelleaban su luz. Se podía ver un par de pies, pero nada más, aunque Parto reconoció los pies descalzos como los de Terran.

Parto se aclaró la garganta. "Disculpe, ¿es usted el doctor Najafi?"

Sin volverse, el hombre habló en voz baja. "Yo soy."

Parto abrió la puerta un poco más, pero se quedó en el umbral, bajando su voz hasta prácticamente un susurro. "Me llamo Parto y encontré al muchacho en la plaza del mercado, desmayado. Lo llevé a la escuela, y Hamid me dijo que le llevara al niño."

"Sí, bueno, sé cómo curarlo, pero no tengo equipo. Todo me fue arrebatado hace años. Debemos orar para que Allah tenga planes para este muchacho, porque si no lo hace, podría estar llamándolo a casa en este mismo momento."

Parto frunció el ceño, sin saber cómo responder. "…¿Hay algo que pueda hacer?"

"Orar. Es poco más que eso. Necesita más de lo que le puedo ofrecer. Dudo que haya tenido comida o agua durante varios días. Su cuerpo está desactivado, para conservar energía, pero a veces se llega al punto de no retorno, y no estoy seguro de si ese punto haya pasado."

El doctor Najafi se enderezó y se volvió hacia Parto. Tenía alrededor de cuarenta años, cabellos recortados matizados de gris en las sienes. Era alto y grueso. Sus ojos eran lentos y metódicos al evaluar a Parto. "¿Estás sola?"

"Mi hija, Dorri, está conmigo."

"Tal vez ella también pueda orar."

Parto rehuyó su mirada. "Mi fe murió con el Sunrot. Ya no rezo más. Lo siento."

"No pongo en duda tus motivos, solo tu momento. Este chico... necesita algo más de lo que puedo dar, y lo necesita ahora."

"Mamá, puedo rezar" anunció Dorri.

Parto sonrió débilmente, mirando hacia su hija que, como de costumbre, no había escuchado sus instrucciones de permanecer fuera. Los ojos negros de Dorri dominaron su rostro de duende.

"Si quieres, adelante" susurró Parto.

El doctor Najafi dio un paso atrás y le indicó a Dorri que se acercara al cuerpo del muchacho, que permanecía inmóvil sobre la mesa. Estaba envuelto en una manta de lana azul claro y ocasionalmente sus ojos rodaban bajo sus párpados, como si estuviera soñando. Dorri caminó tímidamente a su lado y tomó su mano inerte en la suya.

"Soy pequeña. Sólo soy una niña, pero te pido que este chico esté bien de nuevo. Rezo para que él viva. Salva a éste, Alá. Tú has tomado a tantos... mi hermano y mi padre... primos, tíos y tías. Déjalo. Puede ser mi hermano. Quisiera un hermano. Por favor... deja que se quede. Él es bueno. No sé cómo lo sé, pero lo sé. Éste está bien." Palmeó la mano exánime de Terran.

El doctor Najafi cruzó la mirada con Parto por un momento y sonrió, luego inclinó la cabeza como si también estuviera rezando.

"Él quería saber dónde estaba la escuela" continuó Dorri en voz baja. "Él quiere aprender, Allah. Deja que aprenda, por favor. Él traerá algo a este mundo que falta. Él traerá el bien. Por favor, Alá, déjalo vivir. Por favor, sálvalo..." Dorri hizo una pausa como si estuviera tratando de encontrar las palabras correctas. "Si quieres que creamos en ti, haz que vuelva a estar bien... creeremos en ti otra vez".

El Dr. Najafi entonó en un susurro. "Amen."

Dorri colocó la mano de Terran en la mesa y le besó la mejilla. Parto dio un paso adelante y rodeó a Dorri con su brazo. "Fue una bonita plegaria."

"Sí, muy bien hecha, en realidad" dijo el doctor Najafi.

"Alá no lo dejará morir", anunció Dorri con un tono de confianza.

"En serio... ¿cómo sabes eso?", preguntó Parto.

"Cuando estaba rezando, lo sentí."

"¿Sentiste qué?"

"Que Alá estaba escuchando."





Capítulo 4
Cafetería


El día apenas había amanecido cuando Terran empezó a toser. El sonido despertó primero al doctor Najafi, pero enseguida Parto se movió también. Los dos se pararon alrededor del muchacho, ofreciéndole agua, la cual bebió con avidez.

"Esto es un milagro", dijo el Dr. Najafi con emoción. "Temí que íbamos a despertarnos con un cadáver. ¡Alá escuchó!" Miró a Parto con fuego en los ojos.

El muchacho hablaba en un extraño dialecto. "¿Es ésta la escuela? ¿Son mis maestros?"

El doctor Najafi y Parto se miraron unos a otros con miradas vacías. Ninguno de los dos podía entender lo que Terran decía.

"El dialecto es similar al kurdo, pero no lo entiendo. ¿Y tú ?"

Parto sacudió la cabeza.

"¿Dónde estoy?" preguntó Terran. "¿Quién eres tú?"

Sabían que estaba haciendo preguntas, pero aparte de la palabra "escuela" ninguna de las otras palabras tenía sentido para ellos.

El doctor Najafi trajo a Terrán un cuenco con pan. "¿Comer?"

Terran tomó el pan y lo devoró. Su masticar llevó sus preguntas a un abrupto final.

Parto sonrió mirándolo comer. "Está muy hambriento. ¿De dónde crees que es?"

"Pashtun... quizás alguna tribu afgana oscura. Posiblemente es Baluch. No lo sé."

El doctor Najafi se agachó y miró al rostro del chico. "¿Me entiendes?"

Los ojos de Terran se entrecerraron inmediatamente en confusión.

"Probablemente nos entiende tan bien como nosotros lo entendemos", confió el Dr. Najafi. "La Reserva es probablemente el mejor lugar para llevarlo —alguien allí conocerá su dialecto.

"¿Ves mamá, te dije que Alá estaba escuchando." Dorri estaba despierta, viendo al niño comer su pan. Se levantó de la cama improvisada en el suelo y se dirigió a Terran y extendió los brazos. Él la escrutó como alguien que nunca ha visto a un niño. Dejó de comer; Todo su rostro se quedó inmóvil, mirando a Dorri. "¿No quieres un abrazo?" preguntó Dorri.

Terran dejó el pan en la cama y extendió los brazos, imitando a Dorri, quien luego se inclinó y lo rodeó con sus brazos —principalmente sus rodillas, pero era lo más cercano que podía abrazar, porque Terran estaba sentado sobre la mesa y ella estaba de pie en el suelo. Terran parecía desconcertado por el gesto, inseguro de lo que significaba.

Dorri retrocedió, señalando su pecho. "Ahora eres mi hermano."

Terran permaneció quieto, mientras sus brazos descendían lentamente a sus costados, y luego un brazo, con el dedo índice extendido, tocó su pecho. "Ahora eres mi hermano."

Habló en perfecto farsi, exactamente en el mismo ritmo que Dorri tuvo momentos antes. Tanto Parto como el doctor Najafi se miraron con asombro.

Dorri rió entre dientes. "No, yo soy tu hermana. Tú eres mi hermano."

Terran sacudió levemente la cabeza. "¿Escuela?" señaló las paredes de la habitación. "Maestros?" Señaló al Dr. Najafi y Parto.

"Él cree que somos maestros", dijo el Dr. Najafi. "Veamos si puede caminar."

El Dr. Najafi ayudó a Terran a salir de la mesa y lo apoyó para ver si tenía fuerzas para caminar. "Parece estar bien. Nunca había visto tal recuperación antes. Pero estos niños de las montañas son de construcción robusta. Te acompañaré a la escuela."

Al mencionar la palabra "escuela", Terran agarró la manga del doctor Najafi. "¿Escuela?"

El doctor Najafi asintió enérgicamente. "Sí, vamos a ir allí ahora." Tomó a Terran por el brazo y lo condujo hacia la puerta, y los cuatro se dirigieron a la Reserva.

Todavía era temprano cuando llegaron, un poco más de las siete de la mañana y la escuela estaba apenas despertando. El doctor Najafi entró a buscar a Hamid. Llamó a la puerta de la oficina y, por el pasillo, oyó el ruido de pasos. "Ya voy. Espere."

"Hamid, soy el doctor Najafi."

Hamid dobló la esquina y se inclinó ligeramente. "Ah, doctor, me alegro de verte. Espero que estés aquí con buenas noticias en tus labios.

"El niño, Terran Khan, vive. Ahora mismo está afuera."

"Excelente, ¿cuál es su historia?"

"Es un misterio. Habla un dialecto con el que no estamos familiarizados."

"La mujer y... la niña, ¿están aún con él?"

"Sí" dijo el doctor Najafi, asintiendo con la cabeza.

"¿Qué es lo que quieres que haga?" preguntó Hamid, abriendo la puerta de la oficina e indicando al doctor que lo siguiera.

"¿Quién es tu mejor estudiante... para los idiomas?"

"Sólo enseñamos Inglés. Ya lo sabes, mi buen Doctor.

"¿No tienes registros de las aptitudes lingüísticas de tus estudiantes?

Hamid sacudió la cabeza y luego chasqueó el dedo y miró su reloj de pulsera. "Los chicos están tomando su desayuno ahora mismo, podríamos hacer que el muchacho viniera a la cafetería y dijera algo, si alguien reconoce el dialecto, tendríamos un traductor."

"Está bien, voy a por al chico y nos puedes guiar a la cafetería".

Unos minutos más tarde, el grupo del Dr. Najafi, acompañado por Hamid, entró en una gran sala con mesas largas y unos trescientos estudiantes de edades y géneros diferentes. Las Reservas —como parte de su misión— estaban abiertas a cualquier persona entre los seis y los dieciséis años. Era un plan de estudios de diez años, pero la mayoría de los estudiantes, sin importar su edad, estaban en su primer año, porque la Reserva en Mashhad era relativamente nueva.

El ruido en la habitación era principalmente de cubiertos en los platos de metal. Hubo algunas risas y chismorreos, pero era obvio para cualquier observador astuto que los estudiantes fueron entrenados para comer con eficiencia así ellos podrían llegar a sus clases a tiempo. Hamid caminó hacia una plataforma más elevada al otro extremo de la cafetería y con fuerza dio unas palmadas. "Silencio por favor. Quisiera llamar su atención sobre un misterio que estamos tratando de resolver."

Un silencio inmediato cayó sobre la habitación, mientras los estudiantes estiraron sus cuellos para ver a Hamid hablar.

"Un muchacho ha venido a nuestra escuela que habla un dialecto que ninguno de nosotros conoce. Voy a intentar hacerle decir alguna cosa, y si alguno de ustedes reconoce el dialecto, que levante su mano. ¿Entendido?"

Un coro de voces respondió. "Sí, Señor Mokri."

Parto notó unos cuantos maestros apoyados contra la pared, curiosos por el misterioso muchacho. El doctor Najafi condujo a Terran al podio y señaló a los estudiantes reunidos, como si le estuviera diciendo a Terran que se presentara. Terran miraba entre los estudiantes reunidos y el doctor Najafi, pero parecía no tener idea que se suponía que debía hablar. El doctor Najafi puso su mano en su boca y la empujó hacia afuera, señalando al muchacho que debía decir algo. El chico imitó el gesto, y los estudiantes inmediatamente se rieron. El doctor Najafi señaló a los estudiantes. "Escuela."

Los ojos de Terran se iluminaron. "¿Escuela?"

El cuerpo de Terran todavía estaba envuelto en la manta azul, su rostro había sido limpiado, pero el resto de su cuerpo permanecía polvoriento y sucio. Su cabello era en su mayor parte liso y largo, llegando hasta sus hombros. Su rostro era delgado, como todo su cuerpo, pero había una fuerza en su físico que era innegable. Parado al lado del Dr. Najafi, se veía particularmente pequeño, pero había algo en él que parecía fidedigno. Tal vez era su actitud no afectada delante de los estudiantes o su mandíbula cuadrada, o sus ojos anchos que miraban fijamente al mundo frente a él.

Terran caminó hasta el borde del escenario en el que estaba el podio, mirando a los estudiantes. La habitación estaba absolutamente tranquila mientras miraba entre ellos, como uno lo haría si estuvieran tratando de seleccionar a una persona por el mérito de una característica excepcional y única. Sus ojos finalmente descansaron en un maestro que lo estaba observando. Terran se volvió hacia el maestro y le extendió el brazo. "Usted es de mi sangre, ¿no es cierto?"

El maestro, con los ojos clavados en los de Terran, asintió.

"¿Puedes entenderlo?" preguntó Hamid.

"Puedo", respondió el maestro.

Hamid palmeó dos veces las manos fuertemente. "Está bien, hijos, regresen a su desayuno y apresúrense a sus clases."

"Vamos a mi oficina" dijo Hamid mientras pasaba cerca del maestro. "Puedes venir tú también, si quieres" añadió, volviendo junto al doctor Najafi, Parto y Dorri.

Hamid caminaba de la mano con Terran, mientras el resto del grupo caminaba solemnemente detrás de ellos. De vez en cuando, Terran miraba hacia atrás, aparentemente para asegurarse de que el maestro seguía siguiéndolo. Los oscuros límites del lenguaje habían sido finalmente traspasados, y Terran Khan pronto sería conocido.




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El término WingMakers está codificado:
"Alas"(Wing) deriva del término viento o volar. Es la fuerza activa que crea nuevos estados en movimiento.
"Creadores" (Makers) es la pluralidad de los co-creadores —que es la esencia colectiva de la humanidad.
Por lo tanto, WingMakers significa que a partir de la esencia colectiva de la humanidad nuevos estados de conciencia nacerán.
Este es el significado del término WingMakers, y que confiere a la humanidad una nueva identidad.
La humanidad se está transformando en WingMakers.”

James Mahu. Extraído de las Obras Completas de los WingMakers Volumen 1



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"Estos trabajos son catalizadores y su objetivo es ayudar a las personas a cambiar su conciencia para acceder más eficazmente a su propio propósito espiritual, especialmente cuando éste se vincula con el descubrimiento del Gran Portal. 

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Estos materiales están diseñados para ayudar al desarrollo de este portal así, a medida que lees y experimentas estas obras, estarás interactuando con este portal, ampliando tu visión y receptividad."

James

Extracto de la Introducción
a las Obras Completas de los WingMakers Vol.1